viernes, 20 de agosto de 2010

La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928)


Juana de Arco ha sido retratada un montón de veces en el cine, y de cierto modo ya se ha convertido en uno de sus mitos más recurrentes (tiene de cuarenta películas inspiradas en éste). La historia es más o menos conocida por todo el mundo, aunque las representaciones varían, algunos haciendo hincapié en el delirio religioso y los paralelismos de La doncella de Orleans con la pasión crística (ojo, no estamos citando a la película gore de Mel Gibson), otros intentando elevar a Juana de Arco a dimensiones similares a la de ícono pop, otros despojando al juicio que la llevó a la hoguera de todo su aspecto emocionalmente intenso y redentor, por un sistema burocratizado, silenciado y perversamente ordenado (como el caso de Bresson).
A pesar de su impronta, casi por así decirlo, arquetípica, un detalle curioso es que prácticamente ninguna de las versiones de Juana de Arco tuvo éxito. Incluso, hay una cuestión más cercana a la maldición, que ha perseguido a la mayoría de las actrices que interpretaron el papel: Jean Seberg, jovencísima cuando interpreto el rol (dirigida por el tirano Otto Preminger, luego de quedar en uno de los castings más exageradamente mediatizados de la historia del cine), tuvo que cargar en sus flacuchos hombros el peso del fracaso comercial que significó la película -y la ira de su director; sin embargo, el rape de su pelo terminó sirviéndole, actuando en Bonjour Tristesse (también de Preminger) y siendo dirigida por Godard en una de las películas más significativas de la historia del cine, A Bout de souffle (en la que su pelo cortito, justamente la convirtió en un ícono de la modernidad). Más allá de este éxito, como si fuera marcada por la cruz, Seberg en los próximos años tendría que soportar la presión del FBI (que la investigaba por su apoyo a las Panteras Negras), un aborto espontáneo y romances autodestructivos, cocktail molotov que terminó llevándola al suicidio (haciéndola la Juana de Arco más desgraciada de toda la lista). En un nivel parecido (pero no a esa altura de martirio) está Ingrid Bergman, dirigida por Victor Fleming, cuya actuación en Joan of Arc (1948) marca uno de sus mojones más utilizados en cuanto a su decadencia fílmica. La lista sigue, y entre muchas otras mujeres con desenlaces complejos, encontramos a Maria Falconetti, protagonista de La pasión de Juana de Arco (1928), dirigida por Carl Theodor Dreyer. La película ya es un hito en la historia del cine, siendo considerada por muchos la mejor película que se haya hecho (de hecho, es, junto a El ciudadano Kane (Orson Welles) y El acorazado Potemkin (Sergei Eisestein), una de las películas que más veces encabezan dicha lista. Sin embargo, aún contando con lo que se convertiría con el paso del tiempo, los logros de dicha película no pudieron redimir a la pobre Falconetti de la cruz maldita que debía cargar. Siendo considerada por muchos (también) la mejor actuación femenina de la historia del cine, La pasión de Juana de Arco es la única actuación de aquella mujer que había sido arrastrada de un cabaret, para actuar, rapada y sin maquillaje en la película más insigne de Dreyer. Después de la película no se sabe mucho de ella, sólo que se fue a Buenos Aires, donde murió al poco tiempo por un desorden alimenticio.
Otro aspecto interesante, es la actuación de Antonin Artaud, en posiblemente su papel más conocido y citado.
Aún considerándolo un film algo pesado para el espectador usual de salas comerciales (es una película muda de más de dos horas de duración) asistir a una función de La pasión de Juana de Arco es una buena oportunidad para presenciar un trozo importante de historia.

jueves, 12 de agosto de 2010

Faces (John Cassavetes, 1968)

Faces, de John Cassavetes es un hito en la historia del cine norteamericano (y por extensión, mundial). Fue posiblemente la primer película notoriamente por fuera del aparato de distribución de las grandes industrias que adquiriera notoria popularidad entre el mundo mainstream, y su estreno se ganó tres nominaciones a los premios de la Academia, colocando a el director greco-americano en la mira de la crítica especializada (siendo el puntapié inicial para otras joyas como Una mujer bajo la influencia, Maridos y Esposas y Love Streams). Sin embargo, el verdadero punto dinamitador de Faces se encuentra en la película misma. Nunca antes en la historia del cine se habían registrado conversaciones como las que se desarrollaban en el film. Anécdotas elípticas, risas, borracheras, charlas circulares de las tres de la mañana, de lo que se hablaba en Faces iba más allá del realismo, tocaba una fibra que nadie había percibido o molestado en mostrar hasta la fecha (ni el neorrealismo italiano, ni la escuela de la Actor's Studio).
Considerar la actuación en las películas de Cassavetes desde un lente realista es un error. El director no intenta hacer un acto mimético con la realidad, lograr que los personajes se muestren "tal como son en la vida real". Por más que se libra de las almidonadas poses guiadas por el diálogo del cine norteamericano, Cassavetes busca en la actuación algo que va más allá de las emociones, como una segregación producida por las emociones expresadas a su grado de paroxismo. Sus personajes ríen y lloran, gritan, aman y putean como ningún otro personaje lo había hecho antes, y esto se logra por un marco referencial común, que no es actuación, sino performance. Porque a Cassavetes no le interesa el sentimiento (sentimiento como expresión y substrato del alma de una persona), sino el afecto, las intensidades. En esta militancia sobre las intensidades, Cassavetes utiliza como elemento de desterritorialización el rostro. El rostro que se crispa, el rostro que llora y que se hablanda, que ya no es la Máscara griega (la misma que está etimológicamente anudada a la noción de "Persona"), sino mera superficie sobre la que circulan flujos diversos.
Sea por intereses estéticos o técnicos (cualquier estudiante de teatro podría encontrar en Faces uno de los mejores ejemplos de la actuación en el cine llevada a otro rango de expresión) o la temática misma que encierra el film: la disolución de la vida amorosa, la alienación de los grandes suburbios (Faces, de Cassavetes y Who's affraid of Virginia Woolf, de Mike Nikols -las dos estrenadas en tiempos similares, han servido como espejo, o respectivamente la cara esquizo y neurótica de la desintegración de la vida en pareja), el tiempo, la vejez.
De todo eso habla Rostros, o mejor dicho, de todo eso son hablados esos rostros que vemos en la pantalla

Sinopsis de la película (cortesía de AvaxHome)
La desintegración del matrimonio está diseccionada en Faces, de Cassavetes. Filmada en un formato de 16 milímetros que marca el contraste en blanco y negro, el films sigue los fútiles intentos de capitan de industria, Richard Frost, y su esposa, Maria, de escapar en los brazos de otros a la angustia de su vació matrimonio . Actuada deslumbrantemente por Genea Rowland y Seymour Cassel (dos fijas en las películas de Cassavetes), Faces contronta la alienación suburbana y la guerra de los sexos con una brutal honestidad y compasión raramente conjugada en el cine